Derribando mitos
La incontinencia urinaria no es propia del envejecimiento ni tampoco de las embarazadas Expertos coinciden que por desconocimiento o vergüenza muchos la viven de manera solitaria, sin saber que cerca del 40 por ciento de las personas en algún momento de su vida la ha tenido. Por eso es importante saber que, en la mayoría de los casos, se controla con sencillos cambios conductuales, medicamentos y productos sanitarios que brindan bienestar y protección para seguir realizando nuestras actividades habituales de manera libre y plena. Mojar la ropa interior con orina sin darse cuenta, liberar una cantidad mínima cuando estornudamos, o tener deseos incontrolables de ir al baño y no alcanzar a llegar, son situaciones frente a las cuales debemos estar alerta, ya que dejan al descubierto la existencia de una incontinencia urinaria (IU). No forma parte obligada del envejecimiento ni es tampoco exclusiva de las embarazadas. Lo fundamental es dejar los pudores de lado y consultar precozmente, ya que no es una condición en sí misma, sino el reflejo de que algo en nuestro organismo no está funcionando como corresponde. Se define como la pérdida involuntaria de orina suficiente para constituirse en un tema social y médico. En las personas mayores de 65 años se presenta entre un 10 y un 34 por ciento, cifra que puede aumentar hasta un 60% en instituciones geriátricas y hospitales. El urólogo de Clínica Las Condes, doctor Humberto Chiang, explica que cerca del 40 por ciento de las personas, ha tenido algún grado de incontinencia en su vida, e identifica los tres grupos más sensibles a esta condición: los niños, las mujeres en la etapa pre y post menopáusica y la tercera edad. En los niños se generan dos fenómenos: la enuresis nocturna, los que se hacen pipí en la cama, fenómeno que tiene que ver con la maduración y que requerirá sólo de cambios conductuales; y la vejiga hiperactiva, aquellos menores que tienen ganas de orinar de manera abrupta y no alcanzan a llegar al baño. Pero lo cierto es que son las mujeres las más propensas a tener esta condición, ya que en sus vidas se ven enfrentadas a diversas situaciones, como los partos y la menopausia, escenarios habituales para su desarrollo. “Hay estudios que demuestran que más del 90 por ciento de las mujeres que han tenido dos partos tienen algún grado de IU. Y si a esto le sumamos el sobrepeso, la falta de ejercicios para mantener el piso pelviano adecuado en el embarazo y partos vaginales con bebés grandes, la cifra puede llegar al 98%”, comenta el ginecólogo de Clínica Indisa, doctor Luis Cruzat. El especialista, quien es experto en menopausia, agrega que más del 50 por ciento de las IU se detecta durante esta etapa. “La falta de estrógenos se ha visto asociada a una alteración de la musculatura pelviana y del hábitat propio de la vejiga y la vagina, cambiando el pH y los gérmenes que existen habitualmente. Es por esto que los ginecólogos debemos proporcionar una terapia hormonal que le permita a la mujer mantener su vida habitual”, explica el doctor Cruzat. En tanto en la tercera edad, el geriatra del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, doctor Juan Carlos Molina, quien además preside la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, explica que equivocadamente, “los adultos mayores la ven como una guillotina, un antes o un después que los marca, llegando a pensar que entraron en una etapa de decrepitud o de declive funcional que los hace estar en otra condición y esperar la muerte”. “Es por esto que es fundamental buscar apoyo para tomar las riendas de su vida y no enclaustrarse como un castigo por tener esta condición. Si bien es más frecuente en las mujeres, a los hombre les afecta mucho más porque él es “Superman”, no se enferma, ni tiene que ir al doctor, pero lamentablemente sí le pasan cosas y muchas veces las oculta y quien se da cuenta es la esposa cuando encuentra su ropa interior con orina u olor a orina”, agrega el doctor Molina. El doctor Molina explica que la incontinencia urinaria no tratada es una de las principales causas de institucionalización (residencias de adulto mayor). Y agrega que “no sólo trae consecuencias sociales y económicas, sino también genera alteraciones dermatológicas, ya que puede macerar la piel, infectar y producir dermatitis por amoniaco”. Pero definitivamente no son la edad ni el sexo, los principales enemigos de esta condición. Sino un factor social, que muchas veces termina en una consulta médica tardía y por ende en un tratamiento que debiese haberse iniciado cuando el problema recién se desencadenó. Estamos hablando simplemente de la vergüenza. “A pesar que cerca del 35 por ciento de las mujeres tiene incontinencia, sólo consulta el 20% de ellas”, explica el doctor Cruzat. El especialista agrega que, no sólo altera la calidad de vida personal, sino también familiar, sexual y la relación de pareja. Por su parte, el doctor Chiang explica que la tercera edad la asocia a una consecuencia del envejecimiento tratando de ocultarlo, lo que les hace vivir la incontinencia de una manera absolutamente solitaria. “Dejan de ir a juntarse con los amigos, de ir al cine, de visita, lo que deriva en que caminan menos y deterioran su capacidad cognitiva”. ¿Qué hacer? Según los expertos, los adultos mayores son en general quienes responden más fácilmente a las terapias conductuales, a los cambios de hábito, medicamentos y a medidas poco invasivas, por ejemplo, ingerir menos líquido en la noche, tomar los diuréticos más temprano y reposar con las piernas arriba para eliminar el edema antes de dormirse. “Quienes no encuentren una solución farmacológica pueden recurrir a una serie de productos sanitarios que buscan dar confort resguardando los factores estéticos, de sanidad y de acceso. Los pañales y protectores dan mayor autonomía”, explica el doctor Molina. En la actualidad, el mercado nacional ofrece una amplia gama de productos creados y diseñados para cubrir especialmente todas las necesidades según el grado de incontinencia. Podemos encontrar desde toallas, apósitos, protectores y sabanillas para grados leves, hasta ropa interior desechable y pañales para grados mayores. Son artículos elaborados con cubiertas suaves que protegen la piel manteniéndola seca, gel absorbente que gelatiniza los fluidos, cintas adhesivas replegables, neutralizador de olores, barreras antidesbordes e incluso indicadores de humedad. A pesar de que no hay una norma general ni tampoco recetas, existen ejercicios que pueden jugar un rol fundamental. Están los llamados “de Kegel”, que son básicamente ejercicios perineales que ayudan de manera considerable a mejorar y tonificar la musculatura. El más básico se realiza cuando se va al baño a orinar y se corta la micción. Ruth Ochoa, matrona de Clínica Indisa, explica que no sólo deben ser preventivos sino que también deben realizarse de manera constante. “Lo fundamental es hacerlos por lo menos tres veces al día. Tampoco mucho más porque cansas el músculo”, “Este mismo ejercicio, de apretar los músculos, puede ser realizado en cualquier momento y lugar, es decir viendo televisión, mientras almuerzas o vas en la micro”, explica la matrona. “Las mujeres que no tienen hijos también tienen que preocuparse porque existen temas genéticos asociados a la mala calidad de los tejidos y a esto se suma el estreñimiento, la obesidad y el tabaco, todos factores que predisponen esta condición”, agrega la profesional. De no tratarse, la incontinencia puede generar complicaciones que van desde las infecciones urinarias y vaginales, problemas en la piel hasta alteraciones renales, que pueden producir dilatación de los riñones, infecciones y cálculos, lo que a largo plazo puede llevar a un deterioro de la función renal y a una insuficiencia. No cabe duda de que la incontinencia urinaria es un tema mucho más común de lo que uno cree y del cual, afortunadamente, cada vez se conversa más. Debemos asumirla con responsabilidad para darle el tratamiento adecuado y sin vergüenza, para compartirla con nuestros seres queridos. Y sobre todo debemos saber que existen cambios conductuales, tratamientos y productos que sin duda nos permitirán sobrellevar esta condición manteniendo una buena calidad de vida.